Llega el gran día, la etapa final. Se palpa en el ambiente que es un día de reflexión. Es como si la gente estuviera haciendo balance de todas las experiencias vividas.
Por un lado estoy impaciente por llegar porque físicamente estoy al límite y quiero conseguir la meta. Por otro lado, no me apetece separarme de mis compañeros de aventuras ni dejar esta vida de mochilera.
La subida al Monte do Gozo se me hace eterna pero llegar a la cima y ver Santiago es un golpe de motivación. Comienza la bajada y con ello la entrada a la ciudad. Los pelos se me empiezan a poner de punta, miro al cielo. Tras parques, rotondas y cruces de caminos entramos en el casco antiguo.
Se divisa una torre, el suelo ya es empedrado, mis ojos están cristalinos, me voy soltando la mochila, se escuchan gaitas, cruzamos el último arco y por fin…¡¡¡Plaza del Obradoiro, Catedral de Santiago!!!
ÓRALE COMPADRE! 