A muy corta distancia la isla de Kapas suena a un coco que cae de la palmera, al salto del pez que interrumpe tu brazada y al sonido de las aves. A media distancia la isla de Kapas suena al motor de los barquitos que vienen con provisiones y más aventureros. A larga distancia la isla de Kapas suena a los truenos de la tormenta que tiene lugar en tierra firme y a la llamada al rezo del almuecín procedente de la mezquita de Marang a unos 20 minutos en bote.
Tenemos que cuidar la naturaleza porque no es normal que lugares como Kapas queden pocos. Kapas se ha librado de las carreteras, del asfalto, de la contaminación ambiental y acústica de los vehículos de motor, de la construcción masiva e incluso casi de las tecnologías.
Los cuatro días que he pasado en Kapas han transcurrido a un ritmo totalmente pausado, apenas he mirado el reloj. Me he sentido dueña de mi tiempo, única responsable de escribir las páginas de mi vida y totalmente alejada de los quehaceres impuestos por la sociedad. En parte este era el objetivo de los 105 días de viaje. Continue reading