Podría hacer la misma ruta que ayer y no me cansaría.Luang Prabang me ha atrapado al igual que a muchos otros viajeros que llevan aquí incluso semanas.
Ayer desde una terraza, vi que al otro lado del Mekong había unas pequeñas aldeas y vi que durante toda la mañana cruzaban canoas con laosianos y pensé “tengo que ir”.
Hoy es el primer día que realmente empiezo a tener contacto con la gente local, llegando a un sitio donde nadie habla inglés y donde la gente mira con curiosidad a la vez que se ríen. Esto es la otra cara de Laos, las casas de paja más humildes de lo que puedes imaginar, los mercados de comida montados sobre el suelo, los niños que van al colegio y otros que nunca llegarán a ir…
Cruzando la calle principal del pueblo llegas a un sendero de varios kilómetros por el que entre campos de plátanos y papayas encontrarás templos alejados de toda riqueza, simples lugares de meditación donde viven menos de diez monjes. Ellos mismos se encargan de pintar, reconstruir y decorar el templo.